Más allá de las batallas y
victorias electorales, debemos librar todos los días la batalla estratégica,
que es la batalla de las ideas, que no se hace sólo desde el debate teórico
sino que se da en el ejercicio real de la ética política. Debemos profundizarla
en al menos estas tres dimensiones.
1. Democracia revolucionaria:
Debemos seguir trascendiendo lo meramente electoral y avanzar en la
consolidación de las experiencias de gobierno popular. Es necesario rescatar la nueva cultura
democrática de la crítica, la autocrítica, la contraloría social, la
interpelación popular a la cual no le debemos temer, por el contrario la necesitamos
para avanzar. Satanizar esta cultura
crítica de la democracia revolucionaria, con el banal argumento de que quien
critica es un traidor, es matar el espíritu libertario y plural de nuestra
revolución. Traidores son los corruptos que nunca critican cuando están en sus
mieles. Esos sí son traidores y traidoras.
2. Modelo económico socialista. El
Socialismo plantea una economía mixta, pero esto no debe confundirse solo con
el desarrollo de empresas mixtas con el sector privado. En realidad se trata de
que reconociendo la existencia e importancia del sector privado, la revolución
debe desarrollar experiencias de propiedad y relaciones de producción no
capitalistas.
3. Transformación ético
cultural. Al no desarrollar una política
de transformación cultural basada en la construcción de valores para una
sociedad con una vida modesta, en lo particular y en lo colectivo, sino que por
el contrario al expandir los derechos económicos y sociales, sin combatir en el
plano cultural el consumismo estructural de nuestra sociedad, damos pie a una
demanda infinita cuya consecuencia es la búsqueda del enriquecimiento a
cualquier costo. Pero más allá, debemos redoblar la marcha para forjar una
cultura del trabajo honesto y del logro de una vida digna, no sólo en lo
material sino fundamentalmente en lo espiritual
Comentarios
Publicar un comentario